Historias de Tyr..

Ral y Guthay iluminaban timidamente los callejones de la ciudad de Tyr. Los dos templarios pasaron haciendo sus rondas usuales, y desaparecieron dando la vuelta en una de las esquinas. Indiferentes al par de ojos que observaban con paciencia desde la más profunda oscuridad.
El elfo tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad, para obviar los penetrantes olores que alcanzaban sus fosas nasales. Sólo la podredumbre de los fosos de esclavos se podía comparar a esto. Tuvo que morderse los labios y engañar a sus reflejos, para poder evitar devolver la comida del mediodía.
Apenas vio a las figuras desaparecer, raudo y veloz como el viento se escabulló entre sombra y sombra. De poco importaba que midiese poco más de 2 metros. El sigilo era algo que llevaba grabado en su sangre.
Sangre. Sintió el fluir de ella por debajo de su estómago. Maldijo en nombre del dragón que las cosas hubiesen llegado a este punto. No estaba seguro de si el arma que le había impactado estaba envenenada. Las gotas de sudor frio que caían por sus mejillas hasta todo su cuerpo no hacían más que complicar la situación.

Lo bueno del asunto es que había cumplido con lo que su casa le había ordenado. La prostituta más valiosa de uno de los soberanos de la Casa Vordon ya no era más que un cuerpo que sería arrojado a los buitres a las primeras horas de la mañana. El bastardo entendería el mensaje y si era inteligente , dejaría de jugar con los precios de la Obsidiana Azul y llegarían a un cese de hostilidades que solo volvería cuando este decidiese vengar a su puta favorita.

Como pudo se ató un trozo de tela alrededor del abdomen, esperando en vano contener una hemorragia que tan solo parecía aumentar a medida que pasaban los segundos. Los edificios empezaron a transformarse en tonos grises con cada paso que daba. El Reino Gris lo estaba atrapando.

Lamentó no haber seguido la senda del Camino como lo habían hecho muchos de sus hermanos de tribu antes de que decidiese irse por la opción fácil de la vida en la ciudad . He ahí su error, pues nada era fácil en este mundo. Quizás con los poderes de la mente habría podido volver en el tiempo y enmendar el error que ya con certeza sabía, le había costado la vida.

Cayó justo en la entrada de la Casa que había servido los ultimos 8 meses.

En un par de horas las dos lunas desaparecerían y comenzaría un nuevo día en la Ciudad de Tyr.